En este ensayo, el profesor Manuel Fernández de Riesgo, lleva a cabo una reflexión crítica sobre el mundo en el que le está tocando vivir, en el atardecer de su vida. Desde la perspectiva y las convicciones con las que se identifica en esta etapa de su biografía, se enfrenta a una serie de retos y problemáticas que, a su juicio, atentan contra el tradicional discurso humanista. Discurso que reivindica el carácter único, irreductible e insustituible de la condición humana, su dignidad, y unos derechos irrenunciables. El ejercicio crítico que ha llevado a cabo, con un esfuerzo de sinceridad y honestidad, ha ido precedido por un lema que recoge de L. Wittgenstein: no puede ser filósofo el que no sea capaz de hacerse preguntas que le puedan hacer daño. Lema que él también aplica al creyente y al teólogo. Las temáticas sobre las que reflexiona son: el relativismo nihilista de la sociedad líquida; la crisis política protagonizada por el populismo, y el nacionalismo excluyente, en el contexto de una globalización económica de la insolidaridad; y la amenaza del transhumanismo, que considera el fenómeno humano como una pieza, pero no la única ni la fundamental en el desarrollo evolutivo de la inteligencia. Cabe la posibilidad de que la criatura (la inteligencia artificial) acabe dominando a su creador. Para acabar de dar su respuesta, en los últimos capítulos, insiste en la necesidad de saber envejecer, como medio para reivindicar la posible sabiduría de la que es portador el mayor. Sabiduría tan necesaria hoy en nuestra sociedad amenazada por tantos frentes, que acaba formulando las eternas preguntas últimas. Ello le lleva a constatar la crisis de la segunda secularización, cuestionadora de la validez de los relatos de salvación laicos o post-religiosos. Crisis que, paradójicamente, va acompañada del retorno de una religiosidad ambigua o líquida, en el trasfondo de una sociedad que, ante tanta confusión, parece desentenderse de la cuestión de Dios.