Quien se detiene a examinar el panorama que ofrece la doctrina italiana contemporánea sobre la causa, recibe la impresión de que se trata de una cantera en fecundo movimiento, de la que incesantemente fluyen nuevos materiales para alimentar el esfuerzo de construcción de un edificio que, aún sostenido sobre unos cimientos vetustos y sólidos, no logra conseguir un contorno neto, a pesar de la maestría de los arquitectos y del valor de los materiales. Esta incertidumbre contrasta con el espectáculo que ofrece la doctrina de otros países, como la alemana y la francesa -para permanecer en el terreno de nuestra tradición jurídica común-, donde la disputa puede considerarse apagada por el tiempo, a través de la aceptación de unas posiciones que pueden considerarse ya como pacíficas o casi pacíficas. ¿Estamos autorizados, por esto, para hablar de una ?crisis? del concepto de causa?