El futuro de la Inteligencia Artificial es incierto, pero su potencial es indiscutible. Pero es preciso que a medida que avanzamos hacia un mundo cada vez más automatizado, adoptemos un enfoque más reflexivo, ético y responsable. Solo a través de un marco ético sólido podremos aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece la Inteligencia Artificial, minimizando al mismo tiempo sus riesgos, pero ello exige una concienciación de todos, particularmente de los gobiernos que no deben olvidar los riesgos que comportan estos mecanismos de toma de decisión automatizados y deben por tanto prever sistemas de corrección en la línea preconizada por el legislador europeo.