Al comienzo de este libro os pido el favor de leerlo con atención. Aunque no he omitido aquellas nociones ya conocidas que a modo de eslabones intermedios sirven para relacionar las más distanciadas ideas; aunque he esparcido aquí y allí algunas comparaciones sólo con el fin de hacerme mucho más inteligible, y nunca con el de reemplazar con ellas las verdaderas demostraciones, con todo y eso he tenido que concentrarme principalmente en aquellas abstracciones y en aquellos nexos que exigían el método analítico y la índole de mi asunto. Si por ventura mi libro cayere en manos de los que no estiman una obra sino en atención al estilo seductor por sus formas atrayentes, picante por sus vocablos vivaces, fuerte por los sentimientos atrevidos, agitado por la lucha de las ideas, sorprendente por las nuevas perspectivas, y, en fin, elevado, ora por las vastas concepciones, ora por la combinación de las más distanciadas comparaciones, a ellos les advierto que nada de esto podía ni debía poner por obra aquí. La clara y desnuda verdad de las cosas, la adecuada y evidente exactitud del decir y la firme y progresiva concatenación de los pensamientos, son los únicos ornamentos que convienen a una discusión metafísica, y señaladamente a ésta, en la cual una lógica vigorosa debe sostener los raciocinios, en medio de las colisiones ocasionadas por las controversias de los publicistas del Derecho, y debe poner en claro una de las partes más interesantes del derecho político natural.