El estruendo de la guerra en Ucrania parece haber despertado a Europa del sueño de la paz perpetua. Estamos en una nueva era geopolítica caracterizada por la competencia entre las grandes potencias, el rearme a escala global y la quiebra de un orden mundial liberal basado en normas. En este nuevo escenario la Unión Europea debe decidir que papel quiere jugar en el mundo. Si Europa opta por convertirse en un actor estratégico resulta imprescindible una política de defensa y seguridad común que la permita jugar en la liga de las grandes potencias.
La Unión Europea se encuentra así en una encrucijada estratégica. La creciente amenaza de Rusia, la progresiva desvinculación de Estados Unidos de la seguridad del Continente y la incapacidad de la Unión para garantizar su propia seguridad deja a Europa en una situación de enorme vulnerabilidad.