El gobierno, por decir lo así, es estacionario, y la especie humana progresiva; por consiguiente, se necesita el que aquél se oponga lo menos que sea posible a su marcha. Este principio, aplicado a las constituciones, ha de hacerlas cortas, y, hablando con propiedad, negativas: deben seguir las ideas para colocar detrás de los pueblos unas barreras que les impidan retroceder; pero en manera alguna ponerlas delante de ellos para no dejarles avanzar. Sentados los principios de que acabamos de hacer mérito, ya no nos resta sino el pasar a desenrollar estas mismas ideas, tratándolas con la debida separación y con el orden conveniente, a fin de que de todas ellas resulte un sistema de política constitucional; objeto de esta obra. En ella procuraremos no solamente presentar las doctrinas, sino también las observaciones que manifiesten la concordancia de lo establecido en nuestra ley fundamental, o aquello en que ésta se aparta, con las razones que nuestra insuficiencia nos dictare, tomadas de las mejores fuentes, según tenemos indicado...