Para entender la criminalidad organizada hemos de retrotraernos al pasado Siglo XX. Tras la Segunda Gran Guerra la delincuencia prosperó al tiempo que las sociedades industrializadas avanzaban y progresaban económicamente; en esta época la amenaza no existía, cabía un riesgo procedente de la delincuencia pero no una amenaza de la criminalidad transnacional, como actualmente la conocemos; porque el mundo bipolarizado se encorsetaba en un nuevo orden cuyo rumbo lo marcaban la URSS y los Estados Unidos de América.
La amenaza surgió con la solidificación de las estructuras criminales planificadas, junto a la consolidación de los estados del bienestar ya en la época postindustrial. El logro de cotas de libertad, de unificación espacial de regiones políticas y comerciales, de desarrollo económico y social, todo ello aderezado por la era de la globalización y el imparable avance de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en constante evolución, desde las emergentes al machine learning; hacen del Siglo XXI un hervidero en el que la transnacionalidad en la criminalidad organizada y en el terrorismo resurgen con fuerza letal y renovada resultante de la adición de vectores empíricos y tecnológicos.