Las Soledades de Góngora precisaban ya de un texto en que se mostraran tal y como las concibió la mente de su autor: ausentes de oscuridad y con una sintaxis clara e inteligible. El marchamo de oscuro y enrevesado sintáctico que se le fue aplicando a este autor y a esta obra cuando aún ni estaba seca la tinta del último verso (y a la estigia deidad con bella esposa) de poema tan original, fue tal vez el detonante de que todo quedara truncado en ese verso, inacabado dicen algunos, o mejor, abandonado por su autor por motivo aún no totalmente esclarecido. Tal vez lo de tanto repetirse que a él le proporcionaba honra el haberse hecho oscuro a los ignorantes le haya causado un doble daño: por un lado, que los doctos se acerquen más a él hasta formar la oscura selva bibliográfica en que se pierde su obra, y, por otro, que el ignorante se dé por aludido y rehúya hincar el diente a ese poema, temeroso de tan cacareadas oscuridades. Esta obra pretende, pues, -y a veces al gongorino modo- atajar ese doble daño descifrando verso a verso tanto su enciclopédico contenido como su clarividente sintaxis plagada de preciosos biensonantes gongoritmos.