La LPRL constituyó un punto de inflexión en la seguridad y salud en el trabajo en España, introduciendo en nuestro ordenamiento jurídico un nuevo modelo de gestión de la salud laboral más acorde con las modernas concepciones del derecho del trabajo y con nuestro sistema constitucional de derechos y libertades.
Tras más de dos décadas de vigencia de la norma, muchos han sido sus logros y también múltiples son los retos que se presentan en el futuro. Resulta
indudable que el mayor éxito de la LPRL ha sido conformarse como motor de cambio de nuestra concepción de la seguridad y salud laboral, que, abandonando su dimensión reparadora y protectora, se ha consolidado como esencialmente preventiva. Fruto de la variación operada se ha dejado atrás la tradicional acepción de seguridad e higiene, vinculada esencialmente con los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales, para acoger un término de mucho mayor alcance, seguridad y salud, que comprende la salud del trabajador en toda su extensión, física, psíquica y social.
No obstante, no todo son éxitos en el modelo preventivo implementado tras la LPRL. Muchas han sido las disfunciones que la aplicación de la norma
ha ido generando en sus años de vigencia. Entre otras, el escaso papel que ha jugado la negociación colectiva, la indeterminación de algunas obligaciones
preventivas y las dificultades de integración efectiva de la prevención en las organizaciones productivas.