Julián Ayesta (1919-1996) fue un genio rodeado de un «aura mítica», en palabras de Umbral. Sin embargo, aparte de su magistral Helena o el mar de verano, la reiterada prohibición de muchas de sus obras aquí publicadas por primera vez, lo hicieron casi desconocido fuera de los círculos intelectuales. Culto diplomático, protagonizó extraordinarias experiencias: su participación en la Guerra Civil, en el TEU y en el teatro experimental, vivió el ambiente literario de posguerra y el de las revueltas antifranquistas, fue tiroteado en Europa, secuestrado en África y espiado en América. Su peculiar teatro es un eslabón precursor entre el teatro del absurdo, el de la crueldad o el teatro pánico, dotado de un insólito humor, que solo excepcionalmente logró sortear la censura.