RODRIGUEZ LOPEZ / VALMAÑA OCHAITA / BRAVO BOSCH
Como con tantos otros periodos históricos, en el que acabamos de referir, la ocupación bizantina de Spania, el avance de la investigación y, de forma concreta, las continuas campañas arqueológicas, han hecho que las grandes preguntas queden pospuestas ante la realidad de la vida diaria durante los siglos VI y VII. Frente a las ansiadas fronteras y castillos, los trabajos arqueológicos han documentado barrios, calles y casas, así como todos sus enseres, permitiendo plantear cuestiones como el comercio, la economía, el consumo, la dieta
El azar que pende sobre la Arqueología, el hecho de que no siempre se pueda siquiera intuir qué hay bajo nuestros pies, parece en este caso habernos dado una lección colectiva. Quizá esas grandes preguntas no solo hayan de esperar sino también cuestionarse en su propia importancia. Quizá lo que el investigador ha colocado como meta, no sea sino eso, una construcción artificial de desiderata que, evidentemente, es lícita más siempre y cuando albergue la flexibilidad de atender a los datos y no subordinar estos a preguntas prefijadas.
Posiblemente, y se trata de reflexiones extrapolables a otros periodos, lo tenido por importante pueda no serlo tanto, o al menos no exclusivo, en tanto que lo secundario, tampoco tan marginal. ¿Hemos de hacernos preguntas y plegar torticeramente los hallazgos a ellas; o han de ser estos hallazgos los que nos impulsen a formular parte de esas cuestiones para poder encontrar su explicación y contribución razonablemente objetiva al conocimiento de esta etapa?
En ausencia de ese mundo que artificialmente limitábamos a fortalezas y guerras, habitadas y defendidas exclusivamente por hombres; contamos con una realidad histórica protagonizada por hombres pero, obviamente, también por mujeres. La investigación arqueológica e histórica de la Spania bizantina se ha de escribir, por fuerza, sin obviar el sujeto femenino como lamentablemente se ha venido haciendo hasta fechas recientes. No se trata de falsear la Historia, no se trata de reivindicar quiméricos protagonismos para la mujer porque, desgraciadamente, en los siglos VI y VII, como los anteriores y los que habrían de sucederle, nos hallamos ante una sociedad androcéntrica, patriarcal, en el que el papel de la mujer queda eclipsado. No mejoró tal situación el cristianismo hegemónico que, a pesar de aportar multitud de cambios, en el caso de la mujer perpetuó no solo los prejuicios de épocas anteriores sino incluso dio una vuelta más de tuerca, contribuyendo a que la mujer, en tanto manchada, quedase marcada por un halo de sospecha y, con frecuencia, recluida (Pedregal, 2015).