GONZALEZ CUERVA, R. / / MARTINEZ MILLAN, J. / / RIVERO RODRIGUEZ, M.
Al contemplar --en un amplio abanico de estudios-- la totalidad de los reinos de la Monarquía de Felipe IV y observar su evolución desde el año 1621 hasta el de 1665, resulta posible establecer algunas generalizaciones de conjunto que han pasado desapercibidas hasta ahora. En primer lugar, es preciso señalar que se constata un dinamismo de conjunto que se encuentra muy lejos de la noción de crisis general con la que se ha venido etiquetando este periodo de la Monarquía. Hubo territorios, como Castilla, que sufrieron escasez y pobreza, pero también otros crecieron y disfrutaron de cierta bonanza económica, como Nueva España o Sicilia. Lo que en este muestrario de reinos, en esta suma de historias particulares de territorios se aprecia es que las tensiones territoriales debidas a la naturaleza heterogénea de la Monarquía carecen de la relevancia que se les había otorgado por la historiografía del siglo XX. Hace ya algún tiempo que el esquema tradicional que describe las fuerzas centrífugas de los reinos, exigiendo más autonomía, y la centrípeta de la corte, incrementando su tendencia al absolutismo, dejó de ser útil para explicar la estructura territorial de la Monarquía y los cambios experimentados en este periodo.