A los discípulos, amigos y admiradores de Carlos García Valdés que participamos en este libro nos sobran los motivos para homenajearle. Algunos le conocieron en la infancia o juventud y han mantenido la amistad a lo largo de los años. Otros le tuvimos como profesor en los años de la Licenciatura y hemos crecido a su vera como discípulos. Otros han coincidido en su etapa (corta, pero intensa y aguerrida) de ejercicio profesional como Abogado. Y otros han realizado, bajo su dirección última, tareas profesionales en el ámbito de la Administración Penitenciaria. Algunos más desarrollan vida docente e investigadora, y han participado con él en actos universitarios, o han asistido a sus múltiples conferencias, o han aprendido de su ingente obra académica.
Y todos quienes nos hemos cruzado con él en algún momento de nuestras vidas coincidimos en admirar su bonhomía, su generosidad, su humildad, su lealtad, su sabiduría, y su magisterio.
Porque Carlos García Valdés es un Maestro, en el Derecho y en la vida, y así le consideramos quienes hemos conformado este libro. Creo que no se puede expresar mejor que como lo ha dicho recientemente Joaquín Tomos: «El maestro es aquella persona que te forma, que te enseña, pero sobre todo es la persona que te deslumbra por su personalidad, por sus conocimientos y su actividad ante la vida. Es esta personalidad lo que te impulsa a acercarte a él y tratar de seguir su huella. El discípulo quiere ser como el maestro»...