Bizancio, el imperio que asentó sus dominios sobre las tierras de buena parte del Mediterráneo oriental durante más de mil años, desarrolló una civilización cuyo esplendor había de deslumbrar a sus contemporáneos, influyendo en modas y estilos, en latinos, eslavos y musulmanes; una fascinación que llega hasta nuestros días.
Hoy se tiende a considerar al arte bizantino no como un ramillete de obras maestras asociadas a edades de oro, arropadas por basileis y dinastías, sino integrado en los escenarios, aspiraciones y responsabilidades de la sociedad en la que surgió; lejos de la imagen estática que han ofrecido los estudios tradicionales. Pues se vio afectado por los cambios de gusto, el progreso técnico, las posibilidades materiales de civiles y religiosos y las relaciones con sus vecinos, aliados de la koiné y enemigos.