Entre los principios de la práctica médica, he defendido a ultranza la necesidad de que los
profesionales de Medicina general, comunitaria o familiar adquieran y mantengan la capacidad de reconocer en el paciente la existencia de una o varias enfermedades (diagnóstico),
así como de establecer su pronóstico, tratamiento y profilaxis.
Si nos circunscribimos al tratamiento, el empleo de medicamentos constituye su capítulo
fundamental. Cuando el clínico práctico recurre al uso de fármacos, atenderá a una serie
de principios, entre los que destacan los siguientes: a) la terapéutica medicamentosa está
justificada cuando los beneficios derivados de ella superen los posibles riesgos que su instauración comporta; b) aunque el tratamiento etiológico (p. ej., antibióticos en un proceso
infeccioso) es esencial, no debe desestimarse la importancia clínica de la terapia sintomática (aliviar la fiebre o tratar el shock séptico, en el ejemplo anterior); c) es prudente rehuir
las asociaciones medicamentosas, a menos que su empleo esté plenamente justificado
(p. ej., por la necesidad de conseguir un sinergismo) y sean perfectamente conocidas las
eventuales interacciones adversas; d) procede conocer a fondo los grupos farmacológicos
más importantes para la práctica clínica, tales como glucocorticoides, antibióticos, diuréticos y cardiotónicos; e) es prudente que el médico práctico emplee un número reducido de
medicamentos al objeto de que le sea más fácil familiarizarse con ellos y pueda obtener
una amplia experiencia personal en su uso, y f) por último........